Cuántas veces hemos escuchado frases acerca de la autoestima alta o baja de una persona, y no le damos la importancia que esto tiene en nuestras vidas, en el aspecto personal y profesional, a pesar que la autoestima pueda tener la incidencia más significativa para el éxito o el fracaso, así como su enorme influencia en los sentimientos de una persona. De allí que conocer, entender, cultivar y desarrollar la autoestima reviste una importancia relevante para todas las personas y vale la pena dedicar unas líneas a este interesante tema del comportamiento humano.
El término Autoestima se refiere al valor que tiene la persona sobre sí misma, en relación con sus competencias, habilidades y personalidad como tal. A su vez este concepto está profundamente asociado con la comunión del individuo consigo mismo y con los demás. Se ha llamado a la autoestima la clave del éxito personal. El nivel de autoestima está muy ligado al autoconcepto, a la autoaceptación.
El término Autoestima se refiere al valor que tiene la persona sobre sí misma, en relación con sus competencias, habilidades y personalidad como tal. A su vez este concepto está profundamente asociado con la comunión del individuo consigo mismo y con los demás. Se ha llamado a la autoestima la clave del éxito personal. El nivel de autoestima está muy ligado al autoconcepto, a la autoaceptación.
Esa visión que tenemos de nosotros mismos depende de los estímulos que nos hicieron llegar nuestras figuras de autoridad en los primeros años de vida. Los padres, maestros y los pares, nos hicieron formarnos creencias sobre nosotros mismos, eres incapaz, eres gorda, eres linda, eres guapo, eres feo o fea, eres tonto, eres inepto, eres inteligente, tienes feos los dientes, etc. etc. etc.
Todas estas opiniones que sobre nosotros y nosotras tuvieron las personas que nos rodearon en esos primeros años de vida, nos formaron un cuerpo de creencias, que nos hicieron vivir por años con esas ideas y opiniones particulares, como verdaderas creencias que formamos sobre nosotros mismos
Aún antes de esos primeros años , durante el embarazo, y en medio de la aceptación o rechazo que éste pueda significar, y en el momento de el nacimiento, el conjunto de experiencias que rodean ese acontecimiento, lo cual está vinculado con la experiencia del individuo o imagen del “yo” (autoimagen). Esta imagen no es otra cosa que la individualidad humana a partir de donde se manifiestan las dimensiones emocional, física, intelectual, interpersonal y social de la persona. De la calidad de este proceso estructural acumulativo de la experiencia se construye el autoconcepto que se verá matizado por el amor, el respeto, el apoyo, el odio, el castigo y el abandono. En consecuencia, esa conformación de la autoestima tendrá ese matiz definido por niveles alto, medio o bajo. Y en el que media, la autoimagen, el autoconcepto y la aceptación de comentarios ajenos, opiniones muy propias, como verdades y absolutas formándose como nuestras propias creencias, y nos hace actuar y vivir de acuerdo a ellas.
Algunas personas se ven a sí mismas como inteligentes, simpáticas, seguras competentes, creativas, exitosas, etc. mientras otras por el contrario se perciben como fracasadas, incompetentes, mediocres, inseguras, conformistas, etc. Esto hace que actúen como tales, debido a que así como nos vemos, como nos percibimos y como creemos que somos, así actuamos y así somos. De manera que hay gente que tiene un alto concepto de sí mismas y otras que tienen un bajo concepto de sí mismas.
La realidad es que todos tenemos un potencial que puede ser truncado por nosotros mismos o impulsado a su desarrollo. La autoestima es la fuerza que le da sentido y dirección a ese desarrollo, es la que potencia o limita nuestras capacidades.
Es importante destacar que la autoestima nada tiene que ver con la vanidad. Una autoestima alta no es pensar que yo soy lo que no soy, es saber realmente quien soy, conocer y aceptar que hay aspectos en los que tenemos ciertas capacidades y otros en que no hemos tenido el valor de intentar demostrarnos a nosotros mismos, que también podemos realizar esas cosas que sentimos que no tenemos la capacidad de hacer, y estas cosas que consideramos incapacidades, no son incapacidades , son áreas de oportunidad, oportunidad para aprender, y también lograr realizarlas y convertirlas en otra área de capacidad. La clave está en olvidarnos de la búsqueda de aprobación y dejarnos ser en nuestra forma más auténtica, de manera que nuestra confianza en nosotros mismos pueda evolucionar y se puedan reconocer los frenos y bloqueos que impiden nuestro crecimiento y desarrollo. Se trata entonces de hacer conciencia de lo que está sucediendo conmigo y en mí, aquí y ahora, sin miedo a que los demás puedan conocer la parte menos querida de mí. Es asumir mis errores y mis limitaciones del mismo modo que asumo mis éxitos y mis virtudes, dejando a un lado las justificaciones acerca de lo que se ha hecho o dejado de hacer, por el placer de vivir las experiencias y crecer con ellas.
Aún antes de esos primeros años , durante el embarazo, y en medio de la aceptación o rechazo que éste pueda significar, y en el momento de el nacimiento, el conjunto de experiencias que rodean ese acontecimiento, lo cual está vinculado con la experiencia del individuo o imagen del “yo” (autoimagen). Esta imagen no es otra cosa que la individualidad humana a partir de donde se manifiestan las dimensiones emocional, física, intelectual, interpersonal y social de la persona. De la calidad de este proceso estructural acumulativo de la experiencia se construye el autoconcepto que se verá matizado por el amor, el respeto, el apoyo, el odio, el castigo y el abandono. En consecuencia, esa conformación de la autoestima tendrá ese matiz definido por niveles alto, medio o bajo. Y en el que media, la autoimagen, el autoconcepto y la aceptación de comentarios ajenos, opiniones muy propias, como verdades y absolutas formándose como nuestras propias creencias, y nos hace actuar y vivir de acuerdo a ellas.
Algunas personas se ven a sí mismas como inteligentes, simpáticas, seguras competentes, creativas, exitosas, etc. mientras otras por el contrario se perciben como fracasadas, incompetentes, mediocres, inseguras, conformistas, etc. Esto hace que actúen como tales, debido a que así como nos vemos, como nos percibimos y como creemos que somos, así actuamos y así somos. De manera que hay gente que tiene un alto concepto de sí mismas y otras que tienen un bajo concepto de sí mismas.
La realidad es que todos tenemos un potencial que puede ser truncado por nosotros mismos o impulsado a su desarrollo. La autoestima es la fuerza que le da sentido y dirección a ese desarrollo, es la que potencia o limita nuestras capacidades.
Es importante destacar que la autoestima nada tiene que ver con la vanidad. Una autoestima alta no es pensar que yo soy lo que no soy, es saber realmente quien soy, conocer y aceptar que hay aspectos en los que tenemos ciertas capacidades y otros en que no hemos tenido el valor de intentar demostrarnos a nosotros mismos, que también podemos realizar esas cosas que sentimos que no tenemos la capacidad de hacer, y estas cosas que consideramos incapacidades, no son incapacidades , son áreas de oportunidad, oportunidad para aprender, y también lograr realizarlas y convertirlas en otra área de capacidad. La clave está en olvidarnos de la búsqueda de aprobación y dejarnos ser en nuestra forma más auténtica, de manera que nuestra confianza en nosotros mismos pueda evolucionar y se puedan reconocer los frenos y bloqueos que impiden nuestro crecimiento y desarrollo. Se trata entonces de hacer conciencia de lo que está sucediendo conmigo y en mí, aquí y ahora, sin miedo a que los demás puedan conocer la parte menos querida de mí. Es asumir mis errores y mis limitaciones del mismo modo que asumo mis éxitos y mis virtudes, dejando a un lado las justificaciones acerca de lo que se ha hecho o dejado de hacer, por el placer de vivir las experiencias y crecer con ellas.
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